En medio de una polémica creciente sobre la instalación de esculturas de Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro en el Jardín Tabacalera, documentos oficiales desmienten a la alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, y revelan que dichas piezas cuentan con autorización formal desde noviembre de 2020.
De acuerdo con las actas del Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos (COMAEP), fue durante una sesión extraordinaria realizada el 3 de noviembre de 2020 cuando se aprobó la colocación de ambas esculturas en dicho parque, situado en la céntrica colonia Tabacalera. El acuerdo, firmado en tiempos de otra administración, fue avalado conforme a los protocolos que rigen el patrimonio artístico urbano de la capital.
Lejos de un acto clandestino o de imposición ideológica reciente, la instalación responde a un proceso institucional que ha sido ignorado —o quizá desconocido— por la actual alcaldesa. En lugar de verificar los antecedentes oficiales, Rojo de la Vega optó por desatar una controversia en redes sociales, acusando que dichas figuras “no fueron autorizadas” y calificándolas de “apología dictatorial”.
La controversia escaló rápidamente cuando la alcaldesa, conocida por su perfil activista y su reciente incursión en el PAN, sugirió incluso la remoción de las esculturas, atrayendo el aplauso de sectores conservadores, pero también duras críticas de vecinos, historiadores y artistas. Para muchos, su postura refleja una estrategia política más que una preocupación legítima por el espacio público.
“Parece que Alessandra fue a España no solo a pasearse, sino a importar la estridencia mediática de la ultraderecha”, escribió un usuario en redes sociales, en referencia al reciente viaje de la funcionaria. La frase ha resonado en la discusión digital como crítica al estilo confrontativo que adopta la alcaldesa en temas simbólicos, mientras descuida otros más urgentes como el mantenimiento de parques y el bacheo de calles.
En contraste, vecinos de la Tabacalera han señalado el abandono del Jardín donde están las esculturas. “Ella está muy ocupada en la grilla, pero aquí no ha venido ni una vez a podar, a limpiar, a poner luz. El parque está sucio y abandonado”, comentó un residente durante un recorrido vecinal convocado para defender las piezas.
El artista responsable de las esculturas, así como varios colectivos culturales, también se han pronunciado en defensa del patrimonio artístico como expresión de pluralidad histórica. “No se trata de idolatría ni propaganda, sino de reconocer que América Latina tiene una historia compleja, donde estas figuras jugaron un papel. Borrarlas por conveniencia política es un acto de censura”, declararon.
La falta de conocimiento por parte del equipo de la alcaldía respecto a los acuerdos institucionales firmados con anterioridad refleja una preocupante desconexión con la administración pública y con los procedimientos legales. Peor aún, la utilización de la desinformación como herramienta de posicionamiento político socava la confianza ciudadana.
En resumen, la polémica no radica en las esculturas, sino en una estrategia de distracción. Mientras los parques se deterioran y la infraestructura urbana languidece, la alcaldesa parece más interesada en generar likes que en ejercer un gobierno eficaz. La memoria histórica no se tapa con pintura ni se remueve con discursos; se enfrenta con conocimiento, diálogo y responsabilidad pública.